Fernando J. Ramos (1975) ha vivido en Argentina y
EE.UU. En los años noventa comenzó a publicar cuentos de Ciencia Ficción en
algunas revistas semiprofesionales. Más tarde trabajó directamente para Ediciones Pulpship, colaborando en
distintas áreas, desde traducción a investigación de autores. En 2003 creó
junto a su padre, Aníbal Ramos, un club de CF: El Club Galáctico, en Remedios de Escalada, en el sur de la provincia
de Buenos Aires. Luego de varias peripecias, el club hoy sigue.
P: ¿Cuándo surgió la idea de un club dedicado a la
Ciencia Ficción?
FR:
Fue hace unos diez años cuando yo colaboraba con la revista PULPSHIP (Ediciones Pulpship), junto a algunos
amigos. Un día vinieron los chicos a almorzar a casa y mientras mi viejo hacía
el asado se pusieron a charlar con él. A mi viejo Aníbal le gustaban mucho las
aventuras fantásticas, era fanático de las revistas de Columba, de los bolsilibros. Y bueno, ahí medio en serio, medio en
broma, fundamos el club, en el 2003, y como ves, con distintos altibajos,
sobrevive.
P: Contános someramente la historia del club desde el
2003 a la actualidad.
FR:
Con mi papá le pusimos el Club Galáctico, un poco en homenaje a todas las
buenas historias espaciales. Los chicos de Pulpship vivían en Lanús y Lomas de
Zamora así que venían cada tanto por una cuestión de cercanía, pero el club
básicamente éramos el Gordo –como le llamábamos cariñosamente a mi viejo-, yo y
cuatro o cinco vecinos del barrio, de acá de Remedios de Escalada. Siempre
tratamos de hacer una reunión mensual, aunque no siempre se puede. Hubo un
tiempo que por problemas familiares suspendimos las reuniones. Finalmente hace
cuatro años mi papá falleció y estuve bastante tiempo inactivo, sin ganas de
hacer de nada, solo laburando. Mi viejo donde estuviera era el alma de la
fiesta.
P: ¿Querés contarnos cómo era Aníbal?
FR:
Bueno, al Gordo, como le decíamos, le gustaba mucho comer. A los chicos de Pulpship les gustaba venir y charlar con
él porque era muy divertido, tenía un espíritu juvenil y jodón, y se mandaba
unos asados de novela. ¡De novela de ciencia ficción! (risas) Mirá, una anécdota que me acuerdo de él lo pinta de cuerpo
entero. Una noche me levanto porque escuché ruidos en la cocina. Era de
madrugada y estaba todo a oscuras. De repente prendí la luz y me lo encuentro a
mi viejo metiendo la mano en el frasco de galletitas y comiendo como loco. Lo
agarré con las manos en la masa. Le dije: “¡Qué hacés!”, y me dice “Nada,
comiendo galletitas”. Me quedé parado mirándolo y riéndome y le digo: “Está
bien, pero ¿por qué no prendés la luz para comer?”. Era una situación de
película. lo que pasa que él tenía miedo que lo pescara mi vieja y lo retara.
Así era mi viejo.
P: ¿Qué actividades se realizaron durante todos estos
años en el club?
FR:
Un poco de todo. Al principio laburábamos a la par con la gente de Pulpship, venían y hacíamos
investigación de autores o pulps por internet. Después, ya te digo, vimos
películas de CF, hicimos reuniones charlando sobre CF, pero principalmente el
club siempre funcionó como una reunión de vecinos. El alma del club siempre fue
mi viejo, que tenía un humor espectacular; charlaba con todo el mundo. Ahora
las reuniones las hacemos una o dos veces por mes y contamos con un
corresponsal exclusivo en EE.UU.: mi hermano mayor.
Hoy todo está intercomunicado y por medio
de los avances tecnológicos uno puede comunicarse de distintas maneras en
cuestión de segundos, pero a pesar de eso, no hay nada como tener a alguien
directamente en el lugar de los hechos, alguien que puede ir a una librería, a
un kiosco, averiguar cosas de primera mano. No es lo mismo, te lo aseguro.
P: Ya algo nos contaste sobre el nombre, pero ¿existe
alguna razón específica para llamarse así?
FR:
No, simplemente el gusto por las aventuras espaciales. Al Gordo le gustaban las
películas serie B de Sábados de Super Acción cuando era más joven, esas que
transcurrían en planetas lejanos, con monstruos que se comían a los
astronautas, ese tipo de cosas… (risas).
Ahora yo estaba pensando en rebautizarlo “Club Galáctico Aníbal Ramos” en
homenaje a él.
P: Y ahora el club parece haber retomado la actividad.
FR:
Un poco, sí. Es que con la aparición de todo este movimiento de revistas de CF
nacionales, autores, la Federación…
sirvió para relanzarlo y divertirnos. Hasta organizamos nuestra biblioteca; no
es muy grande pero tiene varios volúmenes. Los estantes hasta los donó un
amigo, y los libros los fuimos consiguiendo; mucha aventura espacial, en inglés
y en castellano. Como los integrantes del club somos todos del barrio nunca
falta nada, nos conocemos y no tendría sentido que alguno se quedara con algún
volumen y no lo devolviera porque lo iríamos a buscar a la casa (risas).
P: Tu relación con la CF es variada porque también
escribís.
FR:
Sí, soy un pulp writer. Empecé a
escribir allá por los ’90 de manera casual, junto a un grupo de amigos de la
secundaria; charlábamos y a uno se le ocurrió que podíamos escribir CF.
P: ¿Ya conocías la CF?
FR:
Yo viví con mi familia bastante años en EE.UU. Mis padres se fueron en busca de
trabajo; yo era muy chico. Pero allá conocí las revistas de CF, hasta los pulps. Allá hay de todo, tenés más
material, más de todo. Hay una tradición que se respeta. Ellos guardan todo,
acá es al revés: se tira todo lo que se hizo, sin archivar, o se lo roban. Así
de simple.
P: Y en los años ’90 comenzaste a publicar. Por lo que
uno ve en tu faceta de autor, has evolucionado de manera notoria, desde tus
primeros escritos casi en broma como aquel “No hay ángeles en Belgrano”
(revista ACRONOS#3, Ediciones Acronos,
1995) a un relato serio, bien estructurado, hiper profesional como “Fugitivos
de la Noche Eléctrica” (revista AVENTURAMA#2, Ediciones Argeos, 2009).
FR:
Yo no puedo ponerme a hablar de mis cuentos como muchos poetas, escritores o
artistas que lo único que hacen cuando les preguntan es hablar de ellos mismos
y repetir “Mi carrera” o “Mi nuevo libro blá blá”. No me sale esa careteada. Te
puedo decir que me divierte escribir a veces y que la CF pulp es tan loca que es un medio ideal para mí. Ahora vos pensá que
desde 1995 a hoy pasaron varios años así que hay lógicamente un cambio en lo
que escribo, pero nunca me lo tomo demasiado en serio. Creo que ésa es una
buena receta: no ser demasiado serio con esto. No hace falta llevar anteojos o
esa fea barba intelectualoide para escribir o leer. Simplemente hay que divertirse
con lo que uno hace, disfrutarlo. ●
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