El otro día me reencontré en el taller que tenía mi abuelo en mi casa, el enorme arcón con revistas de él. Una de ellas era una pila de unos cien números de ASTOUNDING SCIENCE FICTION, y esto me hizo recordar a ese gran director de la CF que fue John W. Campbell.
Siendo apenas un treintañero, asumió el cargo de director de ASTOUNDING hacia fines de 1937, que desempeñaría hasta el día de su muerte, temprana e inesperadamente, en 1971.
En los años ’60, con la ruptura sociocultural que sobrevino en el mundo, le cambió el nombre a la revista por ANALOG SCIENCE FACT/SCIENCE FICTION, título con el que aún hoy sigue saliendo.
Creo que su labor como director fue brillante, por más que hoy en día al estar de moda el progresismo desmitificador, muchos lo critiquen simplemente porque Campbell pensaba distinto, como si no hubiera tenido derecho a hacerlo. John W. Campbell desarrolló todos los parámetros de la CF moderna, todos sus conceptos, animándose en una fecha tan temprana como 1938 a alentar a sus autores para que arrojaran por la borda los viejos cánones del género y se concentrasen en nuevas temáticas y abordajes, e insistiendo siempre en que sus autores debían tener conocimiento sobre la Ciencia y sobre las personas. Campbell se negaba a publicar lo que él llamaba “basura” que era la CF más anticuada de las primeras décadas del Siglo XX. Era común que él se animara a ejercer prácticas nuevas como mostrarles a sus escritores portadas ya dibujadas que compraba previamente para hacerlos escribir relatos basados en ellas, coincidiendo con la ilustración.
¿Hace falta recordar que muchos de los inventos que llegaron con el paso del tiempo y que hoy damos por hechos (aterrizaje en la luna, satélites, computadoras, etc.) fueron predichos por primera vez en las páginas de ASTOUNDING? Un relato publicado allí en 1944, un año antes de que cayera la bomba atómica en Japón, causó un verdadero revuelo. Se trataba de “Deadline” (Plazo mortal) de Clive Cartmill, y describía los fundamentos básicos sobre cómo fabricar una bomba atómica. Para tramar la historia, Campbell ayudó a Cartmill extrayendo ambos la documentación existente sobre el tema en una biblioteca pública. Cuando el FBI aterrizó en su oficina con una orden de allanamiento, exigiéndole que retirase el número de ASTOUNDING de circulación y lo sacaran de los kioscos, Campbell se negó obstinadamente, señalando con valentía y lucidez que esto sólo empeoraría las cosas, poniendo sobre alerta a todos los ciudadanos de que Estados Unidos estaba construyendo una bomba atómica de verdad, haciendo cundir el pánico, y que lo más conveniente era por lo tanto ignorar el cuento. El FBI, pasmado ante el razonamiento de este hombre, finalmente se avino a aceptar la situación renuentemente, comprendiendo que Campbell estaba más en lo cierto de lo que pensaban.
ASTOUNDING era leída, se supo luego, por los principales científicos del mundo, incluso tras la cortina de hierro, y hablamos de muchos de los científicos que cambiaron la cara del Siglo XX.
Más tarde, en la década del ’50, otras revistas salieron a competir salvajemente con ASTOUNDING, y Campbell simplemente se concentró en sus intereses, retrayéndose. Habiendo perdido la exclusividad de muchos de sus autores tras la guerra, decidió continuar con su política acérrima, e incluso comenzó a interesarse (a raíz de algunos graves problemas familiares) en varios temas paranormales; telepatía, precognición, teleportación. Cientos de cuentos y novelas se escribieron en torno a estos temas gracias a, o por culpa de, depende como algunos quieran mirarlo, John W. Campbell. Entre ellos algunos clásicos formidables como SLAN de Van Vogt o MUTANTE de Kuttner. No sólo eso. Campbell publicó el primer relato sobre “dianética” de L. Ron Hubbard, alegando incluso que adhería a esta nueva disciplina, que luego se convertiría en una religión, y de la que luego Campbell renegaría. Cuando los ’60 llegaron, y explotó el hippismo, el nudismo, las drogas y el descontrol, Campbell se fue encerrando más en su caparazón, manteniendo una línea con su revista en forma coherente y obstinada. Nunca se vendió ni cedió al oportunismo publicitario.
Cuando murió, sorpresivamente a los 61 años, en 1971, la Ciencia Ficción sufrió un cimbronazo. Una mítica figura, uno de los que habían ayudado a dar forma a la CF, se iba para siempre. Un gran director. Desde su revista, con sus editoriales, sus escasos cuentos y los de su plantel, había logrado poner al Hombre en la Luna, crear la carrera espacial, cimentar el desarrollo de la NASA. Como dijo hace poco un crítico refiriéndose a aquellos tiempos, “la gente joven leía la Ciencia Ficción de ASTOUNDING que contenía ideas plausibles y buena ciencia, y alzaban la vista al cielo de noche y soñaban con el Hombre yendo al espacio”. Campbell previó y anunció muchas de las maravillas técnicas que tenemos hoy en día y que, guste o no, usamos todos.
Lamentablemente, muchas de las enseñanzas de Campbell cayeron en saco roto en un mundo que hoy parece signado por el caos, la ignorancia letrada, la pérdida de identidad, la alienación, todo revestido de una alegría artificial y falsa. Sin embargo, mientras haya alguien en cualquier rincón del mundo, capaz de soñar, capaz de absorber las señales de alerta y predicciones de aquellos cuentos, alguien capaz de abrir arcones con viejos números de ASTOUNDING, no todo estará perdido. Y la antorcha seguirá pasándose, de generación en generación, como me la pasó a mí mi abuelo, y como yo se la voy a pasar a mi futuro hijo. ♦
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