Desde que la humanidad existe como tal, siempre sintió la necesidad de comprender y explicar todo aquello que formaba parte de su entorno. Y la bóveda celeste no fue la excepción: al mirar a los cielos quedó cautivada por los astros y las estrellas, y así entendió que esto directa o indirectamente, tenía influencia en sus vidas. Las diferentes estaciones, los solsticios, las mareas y crecidas de los ríos (a cuyas orillas se ubicaban sus aldeas) determinaban las cosechas y las siembras, factores esenciales para su subsistencia.
De esta forma, todas las culturas se forjaron paralelas al cosmos que los rodeaba. Stonehenge, en Inglaterra, es el caso típico: desde tiempos neolíticos estas poblaciones dedicaron esfuerzos tremendos (durante muchas generaciones) para entender su mapa celestial. La pregunta que siempre se formuló el hombre moderno es: ¿Stonehenge era un templo o un observatorio de la antigüedad? Para encontrar la respuesta debemos partir de la lógica de sus constructores y no la del hombre moderno. Para nuestros ancestros no existía diferencia entre ciencia y religión, ambas eran lo mismo: no había una separación entre astronomía y astrología, eran complementarias. Stonehenge (siempre presumiblemente) era tanto un “templo” (para adorar a los astros) como un “observatorio” astronómico (para elaborar un calendario).
De igual forma la ubicación de las pirámides de Gizeh en Egipto reproduce un mapa celestial donde en la cosmovisión egipcia se entremezclaban creencias religiosas con conocimientos estelares.
También los antiguos pueblos mesopotámicos profundizaron estos conocimientos astronómicos/astrológicos llevándolos a un nivel de precisión de fenómenos celestes prácticamente similar al que poseemos hoy en día.
Sus herederos los griegos (y posteriormente los romanos) también siguieron en la misma línea al concebir el universo. Y es en esta misma lógica (que combinaba mitos y ciencia) donde surgió el modelo de ver en los planetas que nos rodeaban a sus dioses, llamándolos por sus nombres míticos:
Dios griego Nombre romano/planeta
Zeus Júpiter
Poseidón Neptuno
Hades Plutón
Afrodita Venus
Hermes Mercurio
Pero fue puntualmente un planeta (próximo al nuestro) el que ejerció una fascinación única en los hombres: Marte.
Aun hoy continúa cautivando nuestra atención… ¿A que se debe esto? ¿Quién era Marte? ¿Porque se llamó a este planeta con el nombre de dicho dios?
El hombre conoce el planeta rojo desde hace 4.500 años, cuando los asirios lo registraron.
Para los griegos, el movimiento de Marte sugería caos y desorden, las expresiones máximas de la guerra. Por ello bautizaron al planeta con el nombre del dios de la guerra, Ares. Posteriormente, los romanos lo llamaron Marte, su propio dios guerrero. Seguramente, identificaron el color rojizo del planeta con escenas sangrientas. Aún hoy, el símbolo que los astrónomos utilizan para referirse a Marte representa el escudo y la lanza del dios de la guerra.
En 1877, tras una aproximación máxima de Marte a la Tierra, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli describió por primera vez unos surcos rectos en la superficie que llamó “canali”.
Estos canales dieron rienda suelta a la imaginación para suponer la existencia de vida inteligente en este planeta.
Fue así que durante todo el siglo XIX y principios del XX en novelas, radio y cine surgieron numerosas obras referentes a la vida marciana:
La guerra de los mundos (1898) de H.G. Wells
Un viaje a Marte (1910), de Thomas O. Edison
'Una princesa de Marte' (1917) de Edgar Rice Burroughs
Aelita: reina de Marte (Yakov Protazanov, 1924) cine
La guerra de los mundos (1938) emisión radiofónica de Orson Welles versionando la novela de H.G. Wells
'Crónicas marcianas' (1950), de Ray Bradbury
El terror del más allá (Edward L. Cahn, 1958)
La furia del planeta rojo (Ib Melchior, 1959)
Robinson Crusoe en Marte (Byron Haskin, 1964)
-'Desafío total' (1990). Paul Verhoeven
'Marte rojo' (1993) de Kim Stanley Robinson
-'Mars attacks' (1996). del director Tim Burton
-'El marciano' (2011) de Andy Weir
John Carter (Andrew Stanton, 2012)
Marte se convirtió así en el planeta invasor y también el planeta invadido, el planeta conquistador y el planeta a conquistar por la Tierra, el lugar hostil y el lugar prometedor de un futuro para la humanidad en una tierra agonizante.
Una visión ambigua, confusa y contradictoria. ¿Por qué?
En pocas palabras, ¿qué significo y significa el planeta Marte para la humanidad?
Marte es “el Otro”, es mi “Prójimo”, el planeta hermano a mi hogar (la Tierra) por ende, mi vecino. Es similar a lo mío pero al mismo tiempo es lo diferente. Nos identificamos con él pero al mismo tiempo desconfiamos de él.
En definitiva, Marte siempre fue y seguirá siendo mucho más que nuestro planeta vecino, es nuestro espejo, ese “otro” donde proyectamos nuestros miedos, nuestras esperanzas, nuestras fantasías y anhelos.
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