Todas las obras del hombre tienen su origen en la fantasía creativa. ¿Qué derecho tenemos entonces de despreciar la imaginación?
Carl Jung
La fantasía pose la herencia más rica y larga de todas las formas que hay entre la ficción de géneros. De hecho, la fantasía bien podría ser la progenitora de la cual provienen los demás géneros. La costumbre que tiene la fantasía de tomar situaciones de la vida real y personajes y meterlos en un mundo donde lo inesperado (y lo inexplicable) sucede, ha tenido su eco en los lectores desde los primeros tiempos.
Las primeras obras literarias de las que se guarda registro en la historia, eran de fantasía: la Epica de Gilgamesh, La Odisea de Homero, El libro de las mil y una noches (que presentaba las primeras andanzas de Silbad y de Aladino) y tantos otros incontables que fueron los prototipos sobre los cuales la literatura moderna se formó.
Muchas de las obras de ficción popular y literaria más perdurables se encuadran dentro del marco de la fantasía, tales como La Muerte de Arturo de Sir Thomas Mallory, El Libro de la Selva de Rudyard Kipling y Ivanhoe de Sir Walter Scott.
A pesar de esto, la fantasía hoy retiene una imagen de inconsistencia literaria. Es tan probable que los profesores de inglés amontonen las novelas de fantasía junto a las de amor así como que las tomen en serio.
La fantasía particularmente es notoria como la única forma de literatura que en consecuencia borra los límites entre la ficción adulta y la ficción infantil.
Los libros de Lewis Carroll Alice en el País de las Maravillas y Alicia a Través del Espejo, por ejemplo, desafían cualquier descripción desde que fueron publicados por primera vez hace casi 100 años. Estos libros fueron escritos incuestionablemente para una niña –la Alicia original, que era la hija de un amigo de Carroll- pero apuesto que son tan leídos igualmente por adultos que buscan una vía de escape a una época de más sencillez.
Los libros escritos por Theodor Seuss Geisel bajo el seudónimo "Dr. Seuss", discutidamente los libros infantiles más populares de todos los tiempos, pueden ser descritos únicamente y nada más que como fantasía. Sus mundos salvajes y coloridos, habitados por criaturas salvajes y coloridas, son el escenario de cuentos que poseen mérito tanto por su inventiva como por sus valores emocionales reales y sociales que exponen.
Un ejemplo más moderno es el de J. K. Rowling con la serie de Harry Potter que –aclamada literariamente o no– causó algo así como una revolución en el mundo editorial. Mientras que están dirigidos también a un mercado juvenil/joven-adulto, se convirtieron en un modelo que marca “tendencias” leídos tanto por mundanos como por gente que le gusta todo lo que está de moda, de todas las edades.
Últimamente, la fantasía viene gozando de una elevada popularidad, si no en aceptación en círculos literarios.
La razón principal de esta popularidad es el inesperado éxito popular y de crítica de la serie de films El Señor de los Anillos, basado en las novelas de J. R. R. Tolkien. En una época las obras de Tolkien eran exclusivamente territorio de "tragas" y “freaks” y otros fans de la fantasía igualmente prototípicos, pero la inmensa popularidad de las películas convirtió a la obra en algo socialmente aceptable y que peretenece a la fantasía, por primera vez en la era moderna.
La venta de novelas de fantasía se beneficiaron mucho con este cambio social, con las novelas originales de El Señor de los Anillos, la serie de Harry Potter y un sinnúmero de otros favoritos de la fantasía que se volvieron toda una fuerza en las listas de best-sellers.
Incluso más recientemente, una obra de fantasía histórica (una forma híbrida de ficción que puede darse el lujo de agrupar fans especialmente dedicados), El Código Da Vinci, de Dan Brown, capturó la imaginación de todo el mundo. La novela, en Abril de 2005, estaba en la cima de la lista de más vendidos en tapa dura del The New York Times. Con la versión en tapas duras vendiendo tan bien, todavía no largaron al mercado la edición barata en tapas blandas.
Es claro que la fantasía no está mostrando signos de disminuir en popularidad, aún cuando la elite literaria siempre tarde en acercarse a ella. ♦
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