Presentamos a continuación esta nota de nuestro colaborador y gran coleccionista Samuel Salomón, cuyo acceso a volúmenes antiguos, extraños y olvidados, le otorgan un papel preponderante como testigo y narrador de la Ciencia Ficción y Fantasía desde hace un siglo a esta parte.
por Samuel Salomón
Recientemente en una librería tuve la casualidad de encontrarme con un viejo libro que es otro gran ejemplo de Ciencia Ficción hispanoamericana. Se trata de UN MUNDO AL DESCUBIERTO (1928) de José María Salaverría, en el que se narra nada menos y ostensiblemente inverso a lo usual, un viaje de Marte a la Tierra, todo dentro de un marco notablemente marcado por el humor.
UN MUNDO AL DESCUBIERTO apareció dentro de la colección La Novela de Hoy (N°360, del 5 de abril de 1929) publicada por la Editorial Atlántida, de España, que paralelamente editaba dos colecciones dedicadas una a las magnas obras de la literatura universal y la otra a las de la narrativa española.
Cuando me encontré este maravilloso ejemplar de colorida carátula recocijóme fervorosamente ya que escasos son los ejemplos de literatura de anticipación de esa época en nuestro mundo hispanoparlante por comparación con el extranjero. Heme yo referido anteriormente al tópico de las novelas anticipatorios de la década del ’20 en alguna de mis otras grandes notas.
Esta atípica novelette, tal cual lo he expuesto enfáticamente antes, describe un viaje desde el Planeta Marte a la Tierra. Y aquí vemos cómo nuestro autor expone el juicio que los marcianos se han hecho de los terráqueos, esto desde el punto de vista de una raza superior que descubre a otra muy inferior, todo visto según la perspectiva univisional del joven Fi. Este simpático marciano querrá realizar el viaje pensando en la fascinación de un mundo donde existen posibilidades tan dispares como el azar, el hambre, el amor, el crimen.
Sin embargo UN MUNDO AL DESCUBIERTO se disfruta como un plato de gourmet, al menos para paladares exigentes y especialmente dotados como el mío. Ya desde el comienzo nos encontramos con una suerte de breve prólogo en el que los supuestos editores marcianos de este libro aclaran que han creído tener la obligación de explicar los sucesos que fueron origen de la influencia cada día mayor que el mundo mentiroso y bárbaro de Zú ha alcanzado en Tá.
¿Qué continúa luego de esto? La exposición realizada por el sabio Bi ante la Asamblea Suprema Marciana explicando con detalle cómo ha llegado a conocer el planeta Tierra y desde luego a sus extraños habitantes, y aquí desliza una explicación telescópica: mediante un curioso sistema de espejos capaz de acercar las imágenes cuanto uno desee.
Los marcianos, en la novela, llaman a su mundo Tá. Aprendemos que se trata de un planeta con una demografía más bien escasa así como lo son sus recursos naturales. Es por este motivo que los marcianos al contemplar la Tierra –que ellos llaman Zú- quedan fascinados con la enorme cantidad de agua, con la abundante vegetación, los alimentos, y por supuesto con la raza humana. Es gracioso como los muestra el autor confundidos cuando se asombran por la forma en que los terrestres comen, beben e incluso fuman. Y no entienden lo placentero del acto de fumar: sacar humo por un tubo blanco. Con respecto a nuestra forma de andar, los marcianos nos ven como bandadas de insectos que se mueven por simple estímulo animal. Si lo pensamos seriamente, nada equivocado este juicio si ustedes evocan cualquier mañana diaria cuando vamos al trabajo y solo hay andenes, medios de transporte y calles atestadas de gente que lo único que hace es desplazarse de un lado a otro.
Enorme es su asombro asimismo cuando ven a un hombre que muere de hambre cerca de otros que viven en la riqueza y la abundancia. Esta escena es notable. Los marcianos no pueden entender de ninguna manera que entre los seres humanos existan los celos o el odio, y obviamente se quedan horrorizados cuando ven en un momento a un hombre que mata a otro por una mujer.
El autor introduce también en su narración a los nanes, que son para los marcianos lo que los perros para nosotros, si bien en una escala cultural y de inteligencia se situarían por encima de los terrestres, ya que nosotros estamos como estaban ellos en la cuarta era, hace ciento ochenta mil años. En lo personal, puedo entender perfectamente esta situación dado mi alto coeficiente. Por todo esto, a lo largo de la novela asistimos principalmente al asombro perpetuo de los marcianos ante la ignominia humana, haciéndonos reflexionar hábilmente sobre características sobre las que no reflexionamos diariamente.
Existe una idea muy bien analizada sobre la ironía del hombre proclamando buscar la salud y el bienestar y luego matándose en campos de batalla. Ante todo este horror, los Hermanos Superiores se reúnen para decidir si deben reducir a los terrestres a su obediencia o si, al revés, si deben limitarse a no permitir que sus compatriotas planetarios (complanetriotas) viajen a la Tierra, ese planeta terrible, tenebroso y detestable. Unos aducen que todo cuanto falta en Tá sobra en Zú, lo cual les serviría perfectamente, mientras los otros afirman que su contacto significaría la perversión fatal de sus costumbres y su forma de vida.
Finalmente los marcianos quieren conocer más de nosotros y eligen finalmente enviar a la Tierra un explorador de forma que les suministre información de primera mano y al mismo tiempo tender un puente para la invasión, o sea una misión para la que se presenta voluntario el impetuoso joven Fi, nuestro simpático protagonista.
Hay una escena divertida e irónica en la que Bi y Fi van al laboratorio del sabio para establecer los preparativos previos al viaje, el joven aquí confiesa a aquél que lo cierto es que le atrae la belleza de la Tierra se siente seducido por ese “estado de imprevisión, de semi ignorancia” en que viven los terrestres. Ese ése el motivo por el que quiere marchar a la Tierra pero también existe lo que falta en Marte: la alegría y el amor.
Encontrarme con UN MUNDO AL DESCUBIERTO ha sido todo un hallazgo jubiloso y ya fue a parar a mi ya de por sí vasta colección de volúmenes de Ciencia Ficción, y lo atesoraré con gracia y beneplácito. ♦
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