martes, 18 de noviembre de 2014

Entrevista a Miguel Hoyuelos




  Miguel Hoyuelos es doctor en física, profesor de la Universidad de Mar del Plata e investigador del CONICET. Teniendo en cuenta su formación no es raro, pues, que su primera novela, Siccus, se inscriba en el subgénero de la ciencia ficción hard, tan poco abordado en este suelo. En todo caso lo que sí es raro es que —por suerte— no haya sucumbido a la tentación del tecnicismo y al lenguaje de los papers.
  El libro, que le ha valido una mención en el premio UPC en el 2004 y que hoy, diez años después, ve la luz a través de Letra Sudaca —editorial que por cierto ya viene publicando hace algunos años buen material de ciencia ficción—, trabaja con un tema recurrente en los últimos años: la posibilidad de crear inteligencia artificial. Pero lo hace con un planteo original, una prosa ágil y una estructura que incorpora géneros como la noticia, el artículo de divulgación y la carta, incorporación que, lejos de entorpecer el desarrollo de la historia, la hace avanzar con la precisión de un mecanismo de relojería.
  Aquí el autor ha tenido la amabilidad de responder algunas preguntas que le hicimos desde la FACF.


1) ¿Cómo te surgió la idea de Siccus? ¿Cuánto te llevo escribirlo? 


La idea surgió hace bastante tiempo, en 1997 más o menos, y ya no me acuerdo bien cómo. Lo primero que escribí fue un diálogo entre dos inteligencias artificiales en la que una explicaba a la otra qué es la conciencia. La intención de ese diálogo no era dar la explicación correcta o verdadera, sino tratar de escribir algo verosímil. Eso ya resulta difícil con el tema de la conciencia. La motivación fue solo curiosidad. Por supuesto, no soy el único. Durante las últimas décadas el interés en el tema ha crecido de manera impresionante. Me resulta imposible decir cuánto tiempo dediqué a escribirlo. Empecé hace 17 o 18 años, pero me he dedicado de forma esporádica, con períodos de mayor o menor intensidad. La novela ganó la mención especial del UPC 2004. No volví a tocarla hasta que hace poco surgió la posibilidad de publicarla en Letra Sudaca. Durante 2013 hice una reescritura bastante amplia.



2) El tema de la inteligencia artificial es un tópico muy abordado últimamente, tanto en la literatura como en el cine de ciencia ficción. ¿Cómo se hace para escapar de los lugares comunes? ¿Te preocupó eso en algún momento? 



No creo que haya una receta para escapar de los lugares comunes, aunque seguramente el primer paso es reconocerlos. No sé si lo he logrado por completo. En realidad, no me preocupó ese problema porque siempre sentí que lo que estaba haciendo tenía originalidad (aunque, por supuesto, uno nunca puede estar seguro de ser objetivo con su propia obra). Es cierto que hay infinidad de libros de ciencia ficción en los que se trata la inteligencia artificial. Solo he leído una pequeña porción. En la mayoría de ellos encontré una barrera que separa la inteligencia artificial de la humana, algo que las diferencia. Incluso en la película Transcendence, donde se supone que se ha alcanzado la "singularidad", un personaje dice algo así: la emoción humana involucra una serie de conflictos contradictorios que la máquina no puede comprender ni reproducir. La cuestión que se plantea en Siccus es qué sucedería si esta barrera, o esta diferencia, se disuelve, desaparece. ¿Cómo nos afectaría a nosotros? ¿Cómo nos veríamos a nosotros mismos si una máquina puede hacer y sentir todo lo que podemos hacer y sentir nosotros? O, más difícil todavía de responder: ¿como nos verían, o nos valorarían, esas inteligencias? Me parecen preguntas interesantes que la ciencia ficción, hasta donde conozco, no las ha explotado en todo su potencial.



3) Uno de los personajes más interesantes de la novela, si no el más, es el maestro. ¿De dónde vino la idea? Durante la lectura se perciben algunos elementos orientales, zen, por ejemplo en la relación con los discípulos y en esa idea del mundo físico como ilusión. Una ilusión por la que, sin embargo, vale la pena luchar. ¿Hay algo de todo esto? 



La idea provino de ese diálogo original en el que una inteligencia artificial -el Maestro- explica a otra qué es la conciencia. No fue mi intención emular la relación maestro-discípulo del budismo zen. Pero es cierto que usé ideas del budismo que se adaptan bien a la historia de la novela. La principal: el yo es una ilusión. El Maestro y los discípulos la mencionan en algún momento. Es una conclusión casi inevitable si se parte de una visión materialista del ser humano. Si somos lo que somos gracias a un complejo arreglo de materia e información, y si logramos comprender su estructura y funcionamiento, sería posible entonces reproducirlo de forma artificial. En este contexto, el yo, el núcleo que nos distingue como individuos, o el alma, se esfuma, está ausente, es una ilusión, pues al observarnos solo vemos ese complejo arreglo de materia e información. Una inteligencia artificial consciente, equivalente a la nuestra, confirmaría el carácter ilusorio del yo, enunciado por el budismo.



4) ¿En qué estado se encuentran actualmente los proyectos o investigaciones sobre inteligencia artificial? ¿En Argentina se trabaja sobre eso? ¿Hasta dónde crees que seremos capaces de llegar? 



No soy un especialista en inteligencia artificial, solo un aficionado que de vez en cuando lee con curiosidad
artículos relacionados. Hay múltiples enfoques y herramientas para encarar el tema, y muchos tipos diferentes de inteligencia artificial. Ni siquiera los profesionales pueden abarcarlos todos. En Argentina hay, por supuesto, gente que se dedica a la inteligencia artificial. Conozco grupos que usan redes neuronales, el enfoque que tiene más afinidad con la física, mi profesión. Ningún proyecto, ni aquí ni en el resto del mundo, tiene como objetivo inmediato la creación de una consciencia artificial equivalente a la humana. Reproducir el cerebro de una mosca es uno de los más ambiciosos -quizá demasiado- proyectos actuales. Creo que es apresurado preocuparse por la posibilidad de que las máquinas tomen el poder. ¿Hasta dónde se podrá llegar en el futuro? No tengo idea. No es posible hacer pronósticos, con algún fundamento, sobre tecnología. Solo puedo decir que no veo que exista un obstáculo de carácter fundamental para la realización, a largo plazo, de una inteligencia consciente (definiéndola como se la defina, detalle no trivial).



Una digresión sobre el concepto de singularidad. La singularidad surge cuando una inteligencia artificial tiene capacidad de cambiarse y mejorarse. Cuando lo logra, esa capacidad aumenta cada vez más. Diverge sin límite. No estamos hablando solo de auto-conciencia, sino de algo más allá de nuestra capacidad de comprensión. Esta predicción, sin embargo, tiene un defecto grave. Surge, en términos técnicos, de un modelo lineal para representar la evolución de la inteligencia artificial. Estos modelos pueden tener divergencias exponenciales. En ningún caso se las toma en serio. Se sabe que este tipo de modelos tiene un rango de validez limitado. Si surge una divergencia, dejan de ser confiables. En mi opinión, la idea de la singularidad es una predicción con escaso fundamento, más cercana a las artes adivinatorias que a la ciencia. Quizá acierte, quizá no. Su mérito es la espectacularidad. Eso, por supuesto, resulta atractivo para una historia de ciencia ficción. Pero yo no podría escribirla, porque no me la puedo creer. Y si uno no cree en lo que escribe, es difícil que los demás le crean.



5) ¿Sos lector de ciencia ficción? ¿Cómo entraste al género? 



En la actualidad leo más fantasía como la de George Martin o R. A. Salvatore. Entré al género recién en mi época de estudiante universitario en la carrera de física. Entonces empecé a leer los clásicos de ciencia ficción que me recomendaban amigos más conocedores del género.



6) En Argentina es raro encontrar autores que escriban ciencia ficción hard, y más raro todavía es encontrar alguien que lo haga bien, como veo que lo hacés vos. La pregunta es: ¿de qué manera influye tu formación como científico en la literatura? Supongo que habrá momentos en que te es muy útil, pero otros en que tal vez te obstaculiza, o le pone cotas a la imaginación... ¿Qué es lo que ocurre con eso?  



He escrito cuentos fantásticos que violan las leyes de la física. La literatura no tiene por qué tener rigor científico. Cuando uso conocimiento científico dentro de la novela Siccus lo hago solo en función de la historia, con la intención de aumentar su verosimilitud. Mejorar la verosimilitud es importante para hacer que el lector se sumerja en la historia, quede atrapado por ella, y logre aceptar algo tan chocante como una máquina con conciencia. Más que un obstáculo, ha sido algo que me ha ayudado en ese aspecto. No estoy solo en la ficción hard argentina. Hace muy poco se ha publicado "Umbral y océano y otros cuentos" (Ediciones Ayarmanot) de Néstor Toledo, biólogo. Excelente. Por supuesto, hay buena ficción hard o soft. Lo esencial es contar una buena historia.



7) En este momento, ¿estás embarcado en algún proyecto literario nuevo? 



No, pero me encantaría empezar a escribir la continuación de Siccus.


(© FACF)

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